lunes, 10 de diciembre de 2007

El Último Cabello

Era un hombre solitario, sin amigos ni familia. Y sin embargo ahí se encontraba. El corazón le palpitaba con fuerza, rompiendo con precisión cronométrica el silencio que los acompañaba, y la respiración acelerada en aquel ambiente hermético empañaba los cristales circundantes que hacían la función de tragaderos de luz. Acercó poco a poco su mano con un temblor evidente a aquella figura que contrastaba con la poca luz que se filtraba por los ventanales, cubierto por una sombra llena de curvas y contornos. Pudo sentir la tersidad de esa piel lisa y suave que se contraía con el roce de sus dedos, dibujando su silueta, alargando el momento lo más posible, memorizando cada centímetro de aquel cuerpo desnudo que existía solo para él. Y sin saber exactamente qué presión aplicar, con la firmeza con que se toma una copa de cristal pudo sentir por primera vez aquellos senos bien formados, que llenaban a la perfección las mismas manos que años atrás únicamente conocían la aspereza de sus herramientas. Y mientras sus labios rozaban aquel vientre plano, ella se mojaba en un mar de fluidos que escurrían por sus entrepiernas. No pudo mas, se rindió, apartando los pensamientos que lo atormentaban en su interior, y que le decían que eso no era real. Sus cuerpos fundidos, sus almas separadas. Y como si se tratara de una cruel broma del destino, ella se desvaneció. Había funcionado, pensó para sus adentros.


¿Como podía aquello no ser real? ¿Como se atrevía a cuestionarlo aquella mente racional que durante años lo mantuvo apartado del mundo? Siempre encerrado, devorando libros de ciencia, física, matemática, química, biología… durmiendo 2 horas por día y consumiendo grandes cantidades de cafeína y nicotina, ¿y todo para qué?. No tenía amigos, y nunca había estado con una mujer porque los cálculos que invariablemente hacia sobre las posibilidades que tenia de éxito, lo llevaban a concluir que la balanza costo – beneficio siempre inclinaría a la total pérdida de tiempo por una emprenda que ni siquiera le daba una porcentaje aceptable, y todo por dejarse seducir por el aroma cautivador de las feromonas. De cualquier manera ellas nunca se fijarían en él. A quien le podría interesar un hombre que se apasiona más por el flujo de electrones en un átomo, que un hermoso y romántico ramo de flores que tarde o temprano se marchitaría. Y aun así, sabía que los átomos de aquellas flores existirían para siempre, más allá de lo que una mujer pudiera sentir por él. Nuevamente se encontraba luchando contra sí mismo. Ninguno de sus pensamientos, ninguna de sus reflexiones, y ninguna de sus noches interminables de razonamiento profundo sobre el tema, lo habían llevado jamás a imaginar, a sentir, a vivir la experiencia de aquellas substancias químicas embriagando su cerebro, dopaminas, endorfinas, adrenalina, y quien sabe cuántas cosas más; ya no importaba; no podía pensar claramente. Por primera vez en su vida se sentía feliz, y dejó a un lado su tendencia natural a buscar explicaciones para todo.

Solo le tomó unas horas de reposo el recobrar su naturaleza. Despertó como se despierta después de una noche de bebidas alcohólicas en exceso; claro que nunca había bebido, pero imaginó que así era como sentían los individuos comunes y terrenales tras una noche de copas. Tenía que repetir la experiencia y sabia como, pero también sabía que algo había salido mal y se tenía que corregir.

Era irónico, y él lo sabía. Una leve sonrisa se esbozó levemente de entre los pliegues de su cansado rostro al razonar inexorablemente sobre el tema. Una vida completa de privación emocional y trabajo lo condujo precisamente a lo que estuvo evitando todo este tiempo, motivado por la carencia de la misma.

Volvió a -La Habitación-, así llamaba él a ese refugio frio, desprovisto de toda humedad ahora que su respiración se había normalizado. Las paredes eran casi inexistentes, eso aparentaba a primera vista porque estaban cubiertas de pizarras con dibujos y ecuaciones sobre los trabajos que realizaba. Otras partes de –La Habitación- llenaban los espacios circundantes con libreros, y herramientas, y ahí, en contraste de todo lo demás estaba ella, hermosa, reluciente, sonriente y todo lo viva que una fotografía en tamaño natural puede ofrecer. Un suspiro. ¿Será eso amor? Se preguntaba; no puede ser. “ Simplemente me encuentro embelesado sufriendo los efectos químicos que mi cuerpo está programado para procesar”; volvió a pensar para sus adentros. Y sin embargo tenía una gran necesidad de hacer fluir nuevamente esos mismos químicos en su corteza cerebral. El efecto ya había pasado; quería más, era una droga y necesitaba su dosis. Y solo ella podía brindarle nuevamente esa oportunidad, que importaba si era real o no, lo que sintió fue real. El la tuvo en sus brazos, ella le habló al oído palabras dulces que, ni en sus más remotas fantasías, pensó que alguien podía decirle. Pero era una fotografía; necesitaba volverla a sentir de carne y piel. ¿Llamarle? ¿Hablarle? ¿Presentarse ante ella? Improbable. Apartó la idea tan rápidamente como llegó; ¿quién podía fijarse en él? Mucho menos ella.

Pero no podía hacerlo ahora, tenía mucho trabajo que realizar, cálculos que corregir, y lo más importante de todo, necesitaba nuevamente un cabello real de la misteriosa mujer de la fotografía. La última vez que salió de –La habitación- se dirigía al establecimiento surtidor de comida más cercano. Hasta él necesita comer de vez en cuando. Sentado en un asiento del transporte urbano, en aquella ocasión ella subió en una de las tantas paradas que realizan estos artefactos para el flujo caótico de humanos entre locaciones físicas distintas. El mundo a su alrededor dejó de existir, ella caminó por en medio del transporte buscando una lugar disponible, contoneante, juguetona, alegre, hasta llegar justo al asiento de enfrente. Un cabello cayó delante de él, y él lo tomó.

Había realizado un análisis completo de posibilidades y comportamientos, implementado ecuaciones de psicología social y teoría del caos para obtener una estimación con probabilidad del 95% de su ubicación en un momento dado, basado en la rutina de aquella chica, en los horarios del transporte y las actividades a las que usualmente asistía; su obsesión llegó a tal grado que incluso pudo fotografiarla en repetidas ocasiones sin que lo notara, pues había calculado en qué momento parpadearía sin poder apreciar la luz del flash.

Y ahí se encontraba ella, bella como siempre, radiante, llena de alegría. Era el sueño hecho materia de lo que en sus momentos de debilidad fantaseaba. En esas noches estrelladas y solitarias. Y se había forjado la idea firme de conocerla, saber más de ella, y por supuesto, aprender el enigmático, misterioso y desconocido mundo del amor. Así pasaron los días, y en una rutina casi ritual, acumuló un puñado de cabellos. Eran suaves y olían, a lo que el suponía, debían oler los valles frescos rebosantes de flores ahora desaparecidos, descritos en sus clases de biología en sus tiempos de estudiante.

Dentro de -La Habitacion- lo único que sobresalía por su propia magnificencia, aparte de la fotografía en tamaño natural, era una gran esfera en el centro de dos metros de diámetro, de un material el cual a simple vista no se podía decir si era metal, cristal, plástico, madera o de algún polímero inventado recientemente para la construcción de artefactos de uso común después de la crisis económica mundial y la escases casi completa del petróleo. No se apreciaban bordes visibles, controles de mando ni uniones con el suelo en el que aparentemente reposaba. El único contraste visible era una pequeña superficie de unos 20 centímetros cuadrados, brillante, que parecía vibrar armonicamene como lo hace el agua con el viento; era color negro, o al menos se veía negro pues no reflejaba la luz. Se acercó al extraño artefacto, producto de años de trabajo y estudio. Era la invención de su vida, tal vez el invento más grande de la humanidad hasta el momento. Tomó uno de los cabellos del manojo, lo colocó sobre la superficie negra y fue absorbido al instante. La esfera comenzó a brillar y absorber todo aire circundante; pero esto no era problema, la esfera parecía estar colocada estratégicamente para recibir todo el aire posible sin crear un vacio que asfixiara a cualquier humano cercano.

Mientras el artefacto hacia su trabajo, él repasaba mentalmente el proceso que se llevaba a cabo justo frente a sus ojos. El airé está compuesto de varios elementos y compuestos, entre ellos hay agua por la humedad natural del ambiente en la tierra, la cual contiene oxigeno por dos átomos de hidrogeno, elemento primario que explotó a la existencia en el primer instante de la creación del universo. Este elemento se puede descomponer en otros más complejos, carbono, fosforo, calcio, hierro, cloro, sodio, etc. Y como si de un milagro se tratara, la unión con precisión molecular que realizaban los nanobots contenidos dentro de la esfera, utilizaban estos elementos y la información genética del cabello para conformar una copia idéntica de aquella hermosa mujer, con su personalidad, sus recuerdos, su inteligencia, su carisma y todo lo que la hacían única en el mundo. La única diferencia, era un ligero cambio en su psique, predisponiéndola a sentirse enamorada de él, dispuesta a todo. Fuera de aquel detalle, todo lo demás era idéntico a la persona real.

Y ahí, frente a sus ojos, estaba ella. Con sus ojos radiantes, y su mirada cautivadora, llena de amor hacia él. Corrió a sus brazos, y pudo sentir como se apretaban sus senos desnudos sobre su pecho, mientras acariciaba suavemente su espalda hasta llegar a las caderas en una curva perfecta, y luego sus glúteos. La apretó fuertemente contra él, la besó y ella correspondió; no la quería dejar ir, no quería que desapareciera esta vez; y aunque había re calculado el proceso de creación rezando porque estuvieran correctos, o, el equivalente del rezo de un hombre agnóstico dedicado a la ciencia, inconscientemente continuaba estudiando los cambios para estar seguro que ésta vez se quedara para siempre. Estaba…embelesado, ebrio de químicos naturales fluyendo por sus venas. Ella comenzó a desvestirlo, suavemente, acariciándolo con una entrega completamente desconocida para él. Hicieron el amor toda la noche. Pero al día siguiente, había desaparecido.

Repitió el proceso después de días de ajustes a su invento, esperando en cada ocasión que funcionaran los cambios que a nivel molecular evitarían que ella dejara de existir después de unas cuantas horas. Para su sorpresa y sin comprender exactamente por qué, en cada nueva creación conservaba en su memoria los recuerdos de su convivencia con él, y ella parecía comprender el proceso por el cual pasaba tras explotar a la existencia; y al ser ella misma, y contar con la personalidad, y las experiencias “vividas” de la persona a partir de la cual era copiada, mas los recuerdos propios de lo recientemente vivido con él, un día, en esos momento de tranquilidad y relajación que se tienen después de fundirse en un océano de pasión, antes de desvanecerse frente a sus ojos, ella le dijo algo que cambiaría su vida para siempre.

Le dijo que era un hombre maravilloso y que… “no has debido cambiar a nivel neuronal esas conexiones eléctricas para sentirme enamorada de ti en cada creación, y darme cuenta el gran hombre que eres. De manera natural esas conexiones se hubieran dado tarde o temprano e irremediablemente hubiera llegado al punto en el que estoy ahora”. Ella había permanecido soltera porque no había encontrado al hombre con quien pudiera ser aquella mujer que nadie conocía, y ahora lo había encontrado a él. Le dijo que si él se acercaba a ella, la verdadera ella, el efecto que ha causado hasta el momento en sus creaciones, seria al final exactamente el mismo, no tenia que re programar nada ni realizar cambios en su psique puesto que sus personalidades compatibles encajaban perfectamente y había una tendencia casi mística, como jugada de un destino en el cual no creía, ha estar juntos… “pero has de apurarte, no puedo decirte porque, simplemente debes darte prisa… de cualquier manera mis cabellos se están terminando, los cabellos reales de mi –yo-; por favor, si realmente me amas, no me –crees- de nuevo, debes prometérmelo y acercarte a mí, a mi –yo- de verdad, por favor…“. Y ella se desvaneció, y por su mirada antes de derretirse en un soplo de polvo y vapor, supo, sin decir una palabra, que ella comprendía que su promesa seria cumplida.

A pesar de tener la firme convicción de acercarse por primera vez a ella, frente a frente, no podía evitar sentir ese vacío en el estomago, la sensación de escalofrío que acelera el corazón y hace que la respiración se torne difícil… sentía como si estuviera caminando sobre pegamento en aquella calle solitaria, así la sentía; su mente se encontraba tan enfocada repasando cada palabra y cada posible respuesta acorde a toda gama de acciones disponibles que ya conocía de ella, que no podía ver nada más que un manchón de colores alrededor, preso de un sueño pensó. El viento lo frenaba, lo hacía retroceder dificultando su llegada, y cuando por fin llegó a donde sabia que estaría, las manecillas de su reloj parecían detenerse, incluso avanzando hacia atrás. Después de una espera de percepción eterna, tras arreglarse la ropa una y otra y otra vez para asegurase de que estuviera perfectamente sin arrugas, sin pliegues, sin un lado más largo que el otro o una parte de su camisa más adentro o afuera que cualquier otra parte en su pantalón, y limpiarse inútilmente el sudor que creía tener, nunca llegó.

Pasaron los días y ella no aparecía; ya no estaba en los lugares donde sus complicados cálculos le decían que estaría, ni las indicaciones que “ella” misma le había dado al ayudarlo para su encuentro. Había desperdiciado su vida, lo sabía, hasta aquel día de embriagues emocional donde no le importó dejar a un lado la razón y por primera vez hacerle caso a su instinto. Necesitaba encontrarla con urgencia.

La desesperación comenzó a apoderarse de él, no dormía, no comía. Llenaba hojas y hojas con números y operaciones incomprensibles, solo para terminar arrojándolos con furia en un cerro de desperdicios que habían cubierto el lugar donde alguna vez podía apreciarse un cesto de basura. ¿Dónde se encontraba ella? ¿Dónde? ¿Qué había sucedido? Un escalofrío horrible invadió repentinamente su cuerpo cuando la idea cruzó por lo que tenia bajo aquella maraña de cabello descuidado y cráneo.

Salió corriendo sin control de –La Habitación- a toda velocidad en medio de calles y cruces, intentando esquivar a la gente indiferente que podía distinguir a través de sus gafas mojadas por la lluvia acida que azotaba en esos momentos; personas que se dirigían a sus trabajos, a sus hogares, autómatas programados para estorbarle en su camino, todos se habían puesto de acuerdo para alargar su carrera contra un tiempo que sabía no tenia. “Háganse a un lado” gritaba inútilmente en un ahogado intento. Era como escuchar la caída de un alfiler en medio de un huracán.

El lodo cubría sus pies, manos y rostro, salpicándole con cada paso; esa tierra de olor inconfundible volaba por los aires. A pesar de ser la primera vez que percibía ese asqueroso aroma, era como se imaginó siempre que sería. La lluvia seguía cayendo camuflando las lágrimas que se mezclaban con el todo. Se desplomó justo en aquel lugar, las rodillas sobre una mezcla de piedras y quien sabe que porquerías más; sus manos entre espinos de rosas en discordancia con aquel lugar horrible, sangrando, pero no sentía dolor. Quien podría sentir el dolor de sus heridas físicas en un momento así; ya no importaba. Se quitó las gafas y claramente pudo leer “Aquí yace nuestra amada hija, amiga, hermana que siempre llevaremos en nuestro corazón y recordaremos por siempre. Te amamos”.

Pudo sentir como se quebraba su corazón. Sabía que eso era imposible fisiológicamente hablando, pero inconfundiblemente sintió que se quebraba en mil trozos, y pedazos. Una tristeza infinita e indescriptible lo cubrieron en un manto de llanto y sollozos, superados únicamente por la caída del agua a su alrededor, y así, en medio de lluvia y soledad, la ultima chispa de esperanza dentro de sí murió, cuando cayó en la cuenta de que el único amor que había tenido, había muerto…. y solo le quedaba, el último cabello.




Segunda parte: El Ùltimo Suspiro

6 comentarios:

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Excelente historia, vas puliendo tus habilidades narrativas con cada entrega. Te recomiendo hacerla más accesible para los legos, si es que quieres (tal vez un poco menos técnica). Deberías escribir un libro.

Marylin dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Warumono dijo...

¡Bravo! ¡Bravísimo! Magistral. Arquetípico. Épico.

Del estilo literario y la técnica no voy a comentar, hay mucho que pulir, pero nada que un poco de práctica o buen editor literario no pueda mejorar.

No concuerdo con el comentario de "Overlord", al contrario, necesita más detalles técnicos, necesita pulir esos detalles...

(1) ¿Que no son nano-bots sino femto-bots, o inclusive pico-bots?,

(2) ¿Cómo es que un cabello retiene también la memoria actual? Aunque tal vez esto sea innecesario... porque a pesar de ser ficción científica tiene también un componente vitalista muy profundo.


Muy a pesar de los detallitos de techno-babble, la historia recrea un arquetipo muy poderoso que tenemos "nosotros" los geeks: es una versión sublime de Weird Science.

Es el hombre solitario con acceso a un poder supra-humano para procurarse a su mujer ideal... hay mucho de Asimov aquí ... ecos de Seldon, su psicohistoria y Dors Venabili; ecos de Pelorat y Bliss; o de Harlan y Noys.

Escribiste en una extraña mezcla de la sensualidad (incluso erotismo) del realismo mágico, la ciencia ficción y un cierto thriller psicológico... me encanta la narracción en tercera persona... distante y enfocada nada más que en el protagonista.

No obstante, trazas también paralelismos con los mitos judeo-cristianos de Adán y la creación de su compañera. Hay aquí mucho del mito del Golem.

Aquí nos muestras de manera sensitiva una máquina que recrea ese Soplo Divino y no con una costilla, sino con un cabello.

El personaje es un super-científico pero experimentando como sabio de la Era Victoriana, o como Alquimista de la Italia Renacentista... retratas a un estudioso, a un casto pero a la vez lujurioso o sediento por el Romance. La Ciencia, no para satisfacer el idealista propósito del progreso humano; ni la mercantilista idea de vender un producto. La Ciencia suprema en busca del misterio supremo... la mujer. Femina Ex Machina...

El final, aunque un poco anti-climático (hay mucho para dejar un final todavía más abierto que nos deje con la boca abierta)... es el desenlace del Fausto de Goethe... un poder cuasi-demoníaco que no puede vencer a la muerte, pero que tampoco explica dónde está el destino del amor.

Quiero imaginarme que esto es material para un filme ganador de un Premio de la Academia. ¿Puedes imaginarte el trailer...?

[Fondo Musical tocando Sonata Claro de Luna de Beethoven]

DreamWorks Presents...

A Steven Spielberg Production...

HE devoted his Life to a Supreme Science.
[Starring Academy Award Nominee Paul Giamatti (as The Scientist)...]

But HE would have traded everything for HER love.
[...Academy Award Nominee Penelope Cruz (as The Woman)...]

Now, with a single hair from her head, he will create her every night...
... and every dawn... he shall loose her...

This FALL...

[Based on the Best Seller by Paris Bello.]

The Greatest Love comes from the Greatest Pain.

[From Academy Award Winning Director Steven Soderbergh...]

"The Last of Her Hairs"

Opening October 13th.

(Rated "R")


Gana OSCAR.
Garantizo.

Anónimo dijo...

aaa, que buena historia, y, no se como decirlo, tiene buen ritmo, apenas encontre tu blog,saludos.
Jesus.

TñCo dijo...

NOOOO!!!!
Pfff, buenísimo!!