lunes, 12 de febrero de 2018

El Retiro

“Pongan a todas en fila y viendo de frente”, dijo de forma autoritaria y contundente, mientras caminaba de un lado a otro de la habitación con las manos agarradas detrás de su cuerpo, y con un halo de ansiedad. Pero no una ansiedad nacida de un nerviosismo desagradable, sino como la un animal carnívoro en cautiverio a punto de ser alimentado; su espalda estaba encorvada, era completamente calvo de la parte superior de la cabeza, vestía de blanco, y sus cejas pobladas y largas acentuaban la mirada de desprecio y aberración que lo distinguen; en ocasiones como ésta, su mirada demoníaca era suficiente para que todos los presentes siguieran sus órdenes inmediatamente, y sin la más mínima vacilación. Las jóvenes desnudas, oscilaban entre los 14 y 18 años de edad; todas hermosas, eran revisadas minusiosa y personalmente por el Padre Macip Limón, un hombre -ordenado- de la vieja escuela. En un momento dado, cacheteó tan fuerte a una jovencita, que ésta terminó en el piso, “Llevatela a depilación”, ordenó a uno de sus ayudantes, “¡Creo haber sido claro la última vez! NO pueden venir sin una limpieza TOTAL; No quiero ver un solo pelo debajo de sus cabezas”. Antes de que pudiera continuar con la revisión, otras cuantas muchachas salieron rápidamente de la fila en la misma dirección en la que fue llevada la mujer golpeada.

El retiro espiritual en el que desperté, sin tener el más mínimo recuerdo sobre el como llegué ahí, había dado inicio. Nos tenían a todos en la capilla principal, en ropa interior y sentados en las bancas; todos éramos hombres de no más de 20 años de edad; nos mirábamos entre sí, intentando encontrar respuestas a preguntas que no sabíamos ni como formular en primer lugar, pero nadie se atrevía a abrir la boca, ya que en cuanto alguien comenzaba a hablar, era silenciado por un contundente golpe en el estomago por uno de los hombres que nos cuidaban. Calculo que habrán sido unos 40 en total, todos vestidos de sotana negra, 2 en cada extremo de un grupo de 20 bancas, ubicadas en 2 filas de 10, como en todas las iglesias. El Padre Macip entró caminando por el pasillo principal seguido de un grupo de mujeres desnudas. “¡Silencio Pecadores!”, retumbó su voz en medio del barullo; varios muchachos fueron silenciados. Macip se inclinó ante la cruz, balbuceó algunas palabras y continuó su camino hasta el altar.

“Nos encontramos aquí… en la casa de nuestro Señor. ¡Ante los ojos de DIOS!, para probarle nuestra fe, fuerza y devoción; para así ser dignos de su amor eterno… para ser rescatados del pecado… para ser… purificados. Ante ustedes se encuentra una de las pruebas que tendrán que pasar, para demostrar que, como fervientes feligreses, están preparados para recibir la gloria eterna. Retiren sus calzones; pasenlos a su compañero de al lado. Los de la derecha, a la derecha, y así. Los hombres parados a cada lado de las bancas, recibirán las prendas.”

Confundidos, y tras una breve vacilación, comenzamos a quitarnos nuestra única prenda y las fuimos pasando a nuestro compañero de al lado; finalmente todos estábamos desnudos, menos los hombres de sotana. Me llamó la atención un muchacho sin piernas que iba en silla de ruedas, pero nada más. Macip esperó impaciente, antes de seguir hablando.

“Cada una de las mujeres aquí presentes, se sentarán en sus piernas, sobre sus miembros. Ésta es la prueba de la lujuria; quien presente una pecaminosa erección será purificado”. El muchacho en silla de ruedas, soltó una carcajada y fue cuando me fijé más detalladamente en él. ¡No tenía pene!. Al parecer lo perdió junto con sus piernas en cualquier accidente que haya tenido. Con mirada severa, el Padre Macip dio la orden de que se lo llevaran inmediatamente al cuarto de purificación. Dos de los hombres con sotana negra lo cargaron, y se lo llevaron lejos del lugar. Las muchachas comenzaron a acomodarse sobre cada uno de nosotros; ya podía sentir como mi sangre comenzaba a fluir a las partes bajas de mi cuerpo. Una vez en su lugar, bajó una pantalla de unos 5 metros de ancho donde comenzó a proyectarse una filmación sobre la vida de Adan y Eva versión pornográfica. Cada ciertos segundos, una chica levantaba la mano y gritaba “¡Aquí!”, y el muchacho, con el pene erecto, era llevado del lugar escoltado siempre por los hombres de la congregación.

Macip observaba con regocijo, siempre con las manos por detrás, con ojos de maldad y satisfacción; disfrutaba ver como luchábamos contra todo instinto, por no reaccionar ante tan carnal situación. En un momento dado le dije a la muchacha que estaba encima de mi, y las que se encontraban a mi alrededor, “no tienen por qué hacer esto ¿por que se rebajan?, por favor, no digan nada y nosotros haremos los posible para ayudarlas también…”. Fui interrumpido por la chica de la derecha, quien comenzó a besarse con “mi” muchacha quien ya se contorsionaba sobre de mí, en un intento por hacer que me lleven al cuarto de purificación. “¡AQUI!”, gritó finalmente.

Me llevaron por un pasillo alterno, agarrado fuertemente de los brazos por los hombres de sotana. Al entrar al cuarto, vi como todos los muchachos eran violados por los mismos hombres de Macip, 2 o 3 a la vez. Uno lo penetraba, y los otros untaban sus miembros en la cara del muchacho en proceso de purificación, y luego intercambiaban de lugar mientras mis amigos rogaban por que esto parara. El chico sin piernas, yacía tirado a un costado envuelto en un charco de sangre, respirando con dificultad y con moretones en todo su cuerpo. Sus parpados estaban tan hinchados, que no se podían ver sus ojos; su rostro era una masa deforme e irreconocible. Tuve suerte de no ser sometido al procedimiento inmediatamente, por “falta de personal”, así que mientras esperaba, pensaba en alguna forma de escapar. Aquello era una orgía surrealista de la cual parecía no haber escapatoria.

Todos los muchachos estábamos ya, ahí en espera de ser sometidos, cuando Macip y su grupo de mujeres desnudas, entraron a la habitación.

“Todos los que están en espera, salgan del lugar. Serán acompañados por su correspondiente mujer hasta el camión de afuera, el que se resista, será severamente castigado”.

Las chicas, nos tomaron del pene como quien lleva a un perro de su correa, y nos condujeron a la parte exterior del cuarto. A unos 30 metros se encontraba un camión encendido; subimos para ser conducidos a otro complejo, nos dijeron, donde habría personal suficiente que nos “atendiese”. El trayecto era el paraíso y el infierno a la vez; las chicas nos daban sexo oral y cualquiera que presentase una erección, era sometido al instante por uno de los hombres. Cuando se disponían a “purificarme”, el camión se salió del camino porque el conductor no podía dejar de mirar por el espejo retrovisor; volcamos y salí volando por una de las ventanas para finalmente caer entre los arbustos. Muchos fueron aplastados por el camión, muriendo al instante. Tras asegurarme que estaba bien, salí corriendo junto con otros dos muchachos, en dirección opuesta a donde veníamos. Después de 30 minutos de correr entre los arboles, varios helicópteros sobrevolaban el lugar iluminando los arbustos pues ya se había hecho de noche.

“Ey, por aquí”, dijo una voz femenina. Era una de las muchachas del retiro, que nos estaba haciendo señales para que la siguiéramos. No estaba seguro si confiar en ella o no, pues no tenía la certeza sobre que tan de acuerdo estaban las chicas con dichos procedimientos, si eran obligadas o no, o si eran parte del torcido ritual del demente de Macip. Parecía no tener otra opción que seguirla. Nos condujo a una cabaña abandonada en medio de la nada, donde había otras 6 o 7 personas entre hombres y mujeres, cubriendo su pudor con lo que encontraran. La chica, de unos 16 años de edad, comenzó a hablar conmigo con mirada perdida, viendo hacia el suelo, sentada y con las piernas pegadas a su pecho, “aquí fue donde me iniciaron hace apenas 6 meses… me dijeron que lograría la vida eterna… que tonta fui… abandonaron la cabaña cuando construyeron la iglesia de donde venimos, pero no tardarán en encontrarnos”. No sabía que decir, así que me limité a escucharla mientras pensaba cual sería el próximo movimiento, “algunas chicas, son iniciadas desde los 5… les lavan el cerebro muy pequeñitas (suspiró con tristeza)… inician sus labores al cumplir los 14 años convencidas de que todo obedece a un plan divino, un bien mayor… son víctimas de la secta. Una vez dentro, no hay forma de salir con vida…” comenzó a llorar así que la abracé para calmarla y consolarla, pero con mis sentidos alerta e intentando yo mismo pensar fríamente para salir de aquella situación; le hice un par de preguntas para averiguar donde estábamos exactamente y como es que habíamos llegado ahí; ella hablaba casi para sí misma, “… estamos a 50 kilómetros de la ciudad, nos hallarán… que tonta fui, debí quedarme pero no podía soportarlo más… Luci, me pregunto donde estarás ahora… Sabes, tuviste suerte, las otras pruebas no son más que pretextos para que abusen de ti una y otra vez, y cada vez los traen más jóvencitos… todo hasta que te quiebras y te unes a ellos, te lavan el cerebro… o mueres en el proceso. No sabes como llegaste ¡verdad!. El Padre Macip es amigo íntimo del Cardenal, así que tiene los recursos y medios para llevar a cabo sus atrocidades… yo estaba en situación de calle cuando una conocida me habló de la congregación, así que fui a diversas pláticas sobre Dios, donde nos hablaron de su amor, su misericordia, su voluntad, y de que sería parte del grupo de salvadores… nunca imaginé lo que vendría después. Cuando no estamos en retiros, nos llevan a las fiestas privadas de los políticos más poderosos del país, en nombre de Dios… ja, en el nombre de Dios… irónico ¿no?”.

A lo lejos se podían escuchar los helicópteros, y lo que pensé, eran disparos. “¡Miren lo que encontré!, gritó uno de mis amigos. Eran 4 sotanas negras; no lo podía creer. Armamos rápidamente un plan. Nos haríamos pasar por hombres de la secta que lograron encontrar y ”rescatar“ a las muchachas que nos acompañaban en ese momento. Los que no alcanzaron sotana, serían nuestros prisioneros y nos infiltraríamos en el lugar del retiro para robar un vehículo y escapar de ahí. Todos estuvimos de acuerdo.

De regreso a la finca “El Retiro”, Macip daba órdenes de llevar de regreso a la capilla a cada uno de los muchachos que habían capturado, y les dio armas de fuego a los cada uno de los hombres de Sotana, así que estábamos armados. Nos dirigimos todos juntos, para permanecer identificados entre nosotros, a la capilla. Al entrar, vimos que varios de los muchachos que habían sido “purificados” horas atrás, estaban hincados rezando en las bancas. Algunos sangraban del ano, y otros tenían heridas profundas hechas con navajas o cuchillos en diversas partes del cuerpo. Una vez acomodados, Macip se dirigió al frente con un retrato, de 1 metro cuadrado, de Jesús. Cuando todo estuvo en calma, lo rompió en pedazos con una furia desgarradora. Al terminar, atenuaron las luces del lugar y comenzó a hablar.

“Esto es lo que le han hecho a nuestro Dios… lo han insultado… lo han ofendido, y ofender al Señor es una falta muy grave que se castiga con lapidación. Él, decidirá quien vive y quien no… si mueren, irán al INFIERNO (ésta palabra la dijo con singular placer y furia), si viven, ¡habrán sido bendecidos con el perdón de nuestro misericordioso!, ¡Del todo poderoso!”

Macip continuaba hablando cuando noté que una de las chicas que no era de nuestro grupo nos observaba con mucha atención, entonces se desató el caos “¡SON ELLOS, SON ELLOS!”, gritó señalandonos, “¡Esos 3 no son elegidos!”. Cargué mi arma y corrí en dirección al Padre lo más rápido que pude, mientras mis dos amigos disparaban al resto de los hombres. Todo pasó muy rápido, por lo que no tuvieron la oportunidad de detenerme hasta llegar con Macip. “Si alguien intenta algo, ¡está muerto!, ya no tenemos nada que perder”, grité a los presentes mientras sometía al padre y le apuntaba en la cabeza. Sinceramente, estaba dispuesto a morir ahí mismo, antes de permitir que me lapidaran y vivir un infierno mayor si es que sobrevivía. “Los de mi grupo, vengan conmigo”. Rápidamente se acercaron, y en el proceso, los muchachos que podían caminar se nos unieron, desarmando a los hombres de sotana que no sabían muy bien que hacer y nos apuntaban. También algunas chicas se unieron a nuestro grupo.

Es muy probable que algunos de los hombres de sotana recordaran en esos momentos, que ellos mismos habían estado de otro lado, por lo que no hicieron mucho por intentar detenernos, mientras que los más “veteranos”, no dejaban de apuntarnos, y también estaban dispuestos a morir antes de permitir que nos llevaramos a su líder, aunque no tenían muchas opciones disponibles. “¡Calma, no disparen!”, repetía Macip a sus allegados. Se había orinado. Él no estaba tan dispuesto a morir después de todo. Cerró los ojos y comenzó a rezar mientras lo llevábamos con nosotros hacia otro camión cercano.

Fue así como pudimos escapar. Teníamos pensado matarlo pero no podía irse sin sufrir un poco, así que tomamos un crucifijo de tamaño considerable que tenían colgado en una de las paredes del camión, lo desvestimos, y se lo introdujimos entre las nalgas lo mas profundo posible; después a la boca, y de regreso, sucesivamente. Se desmayó con su cruz en la mano, y fue entonces que recibió un tiro en la cabeza.

Ignoro qué habrá sido del resto del grupo. Una vez en la ciudad, cada quien se fue por su lado. Hoy, 10 años después de aquella experiencia, me he enterado que han proclamaron santo, a Luis Macip Limón. Sinceramente no creo ni en el cielo ni el infierno; estos son terrenales y se encuentran aquí mismo en la tierra, y somos los mismos  hombres quienes propician uno u otro. Pero si es que existen en “el más allá”, sé, San Luis, que estarías pudriendote en el infierno.