miércoles, 26 de agosto de 2015

El "Tortugazo", y el secreto de la felicidad

En mi centro de trabajo existe un personaje legendario apodado “El Tortugazo”. Nadie sabe de dónde vino, ni cuánto tiempo lleva trabajando en la compañía, no tiene amigos, y siempre se le ve comiendo alegremente en el comedor, en un rincón, alejado del bullicio de la gente. Saca su kindle y lee, antes, durante y después del almuerzo con una sonrisa en la boca y la mirada alegre. Viste siempre de la misma manera, pantalon azul, camisa blanca de manga larga, chamarra y zapatos negros que combina invariablemente con un gorro tipo boina; ignoro si su guardarropas consta de prendas idénticas, o si simplemente usa la misma ropa toda la semana. Su aspecto general es un poco descuidado, el cual se acentúa con su barba de días y barriga tambaleante; camina ligeramente jorobado, y con ritmo marcado; en general me recuerda a Filburt, la tortuga de la serie Rocko’s Modern Life.


Es la misma rutina todos los días, llega caminando desde su casa mientras balancea una sombrilla al ritmo de su peculiar forma de caminar, checa su tarjeta, trabaja, come, trabaja, y se va como llegó, caminando con la vista al sol, que para esa hora ya se está poniendo en el horizonte en la dirección de su destino. En cierta medida, es el perfecto Godínez , un Godínez feliz que no cuestiona (o no le importa) la rutina aplastante que destruye nuestros sueños; que permanece en su zona de confort siguiendo las reglas sociales y laborales sin meterse con nadie; tal vez sea la prueba de que es más cómodo obedecer, que cuestionar; y de que la felicidad existe simplemente en aceptar al mundo tal como es, con su asco de gente, miseria y estupidez (o hacerse de la vista gorda).

Hace un par de años, cuando me encontraba en otra área en un proyecto diferente, que estaba consumiendo mi alma por cierto, el tortugazo era lo más parecido que teníamos todos los que estábamos ahí, a un entretenimiento. En ese entonces, su apodo era simplemente “Tortugo”, y nuestra única diversión del día consistía en hacer apuestas sobre la hora exacta a la que se levantaría de su lugar para retirarse, al final de la jornada laboral. Por alguna causa que desconocíamos, siempre salía unos minutos antes, mientras el resto teníamos que esperar a que diera al menos, la hora exacta de salida, pero no el tortugo. Para ganar, teníamos que adivinar con un grado de exactitud de +/- 5 segundos, pues el margen de salida difería ligeramente cada dia y era muy corto. 5:52:15, 5:51:49, 5:53:40, 5:48:17 eran el tipo de apuestas que se metían.

Se hizo viral a tal grado, que llegamos a ser más de 30 personas las que participabamos en las apuestas a expensas de tan peculiar personaje, que sin saberlo, nos servía de distracción diaria. Por ser el único que se daba el “lujo” de salir antes que los demás, la envidia y molestias generales no tardaron en aparecer, y los más fijados consideraban que “se sentía muy jefe” por irse antes, lo que hizo que su apodo cambiara a “Tortugazo”.


La diversión fue breve y efímera; después de un par de semanas de que se popularizaran las apuestas del tortugazo, algún alto mando le puso fin a nuestro relajo obligandolo a salir igual que al resto. La verdad es que no le hacía daño a nadie, e ignoro los motivos que tendría para salir temprano. Nunca supimos si se lo había ganado por su trabajo, o si tenía algún otro motivo especial que requiriera de su pronta partida. Lo que sí sé, es que al día de hoy, sin amigos, con su halo de misterio, e introvertido como es, se le ve feliz en su íntimo mundo de lectura y soledad, yendo y viniendo cada día por exactamente el mismo camino con su invariable forma de caminar, usando la misma ropa, atrapado en una rutina eterna, en un trabajo donde cada día es exactamente igual al anterior. Es como una pequeña hormiga obrera, un perfecto Godínez de la naturaleza.

He de confesar que me causa un poco de envidia su común y rutinaria vida, porque se le ve sin preocupaciones; se le ve feliz así, siguiendo órdenes y reglas laborales sin pensar ni cuestionar nada. Y no porque yo no sea feliz; me gusta mi vida, pero también me gusta cuestionar, y apesar de ser un grinch de lo peor que es intolerante ante la intolerancia, que intenta hacer que la gente piense por sí misma y a quien se le revientan las pelotas cada vez que un boludo sale con una pendejada como la de -las vacunas causan autismo-, disfruto de mi existencia breve en éste mundo.


Aún así me asombra su aparente facilidad para ser feliz; siempre se le ve contento; es como un Rafa Gorgori subiendo y bajando el indicador del buzón. ¿Habrá encontrado el secreto de la felicidad?

martes, 14 de julio de 2015

El Anti-Conocimiento se expande

¿Qué sucede con la gente hoy en día? Pareciera que hemos vuelto a la época de “La Inquisición” donde las ideas son rápidamente aplastadas y destruidas ante la mas mínima provocación en un ardid de una turba iracunda condenando una herejía; pero no mediante la hoguera, sino a través de la descalificación, el insulto y el señalamiento personal, cuando alguien se atreve a cometer el pecado de pensar de forma diferente o hacer ver un error. Estamos en un mundo de gente extremadamente susceptible a ofenderse y exigir mediante la fuerza que se respete su incoherente forma de pensar. En lugar de sustentar sus ideas mediante el razonamiento constructivo, rápidamente se lanzan en un ataque de descalificaciones personales dignas de un guión de película Mexicana de barrio.

Ya no se le puede hacer ver su error a ninguna persona sin que salga ofendida diciendo “¿y tu quien eres para decirme lo que está bien o está mal?”, o “si no te gusta como son las cosas, te puedes largar”. El acceso en masa, relativamente reciente, a las redes sociales, ha vuelto estúpida a la gente. ¿Cuántas veces no hemos visto publicaciones (re-post) de cuanta pendejada llega a Internet? Alguien encuentra en algún lado un artículo conspiranóico sin ningún fundamento, más allá del delirio de quien lo escribe, sobre como el trigo transgénico (por mencionar un ejemplo) hace que le empiece a crecer una segunda cabeza (sin albur) a las personas, y es compartido a diestra y siniestra en Facebook, y re-compartido indiscriminadamente por el resto del mundo. Ya nadie verifica la fuente, ni si el artículo o pseudo-noticia es de una fuente fidedigna, mucho menos cuestionan la veracidad o lógica del argumento, automáticamente se comparte.

Desafortunadamente, ya cualquiera (literal) puede escribir y compartir con el resto del mundo, cualquier pendejada !! Y es así, como éstas pseudo ideas se propagan a la conciencia colectiva, contribuyendo a la estupidización de la humanidad. Vivimos en un mundo, donde no se puede decir que la homofobia es tan dañina, como el machismo bajo el cual millones de mujeres vivieron sometidas durante generaciones, porque entonces, los grupos conservadores (estúpidos diría yo) exigen su derecho “a respetar su forma (opositora) de pensar”. No se puede comentar que el veganismo es, en todo caso, más antinatural que el omnivorismo*, o que muchas instituciones religiosas usan la manipulación más vil y rastrera para enriquecerse a costa de la fé de la gente, porque los veganos y los devotos saltan con rabia y furia a exigir respeto mediante el insulto y la descalificación.

Es como si decir “oye, creo que tu razonamiento tiene una falla aquí”, fuera interpretado como “eres un pendejo”. ¿Tal vez, en el fondo lo saben, y por eso los insultos? No lo creo, más bien a falta de medios coherentes para sustentar un argumento, no queda otro remedio que mantenerlo mediante la fuerza. He escuchado que a menor IQ, mayor la tendencia a la violencia.

Y es aquí cuando todas las piezas encajan. El mayor problema de la gran facilidad que hay para acceder a Internet hoy en día, es la desinformación. La desinformación y la pseudociencia (o anticiencia) expandiéndose con mayor rapidez y facilidad que nunca, contribuyen a moldear una sociedad con ideas erróneas y creencias sin ningún sustento, pero que suenan cautivadoras, aumentando el nivel de estupidez global, lo cual genera mayor intolerancia y un deseo de aplastar a quienes no comparten su punto de vista. A falta de argumentos, la fuerza es el único camino.

Pero ésta desinformación es como un Cáncer, no se puede quitar tan fácilmente, y crece cada vez más rápido. Esto sucede porque la idea, se presenta ante la persona como un “elevador de status”, es decir, en apariencia pone a la persona por “encima” de los demás, al ser beneficiada con información “privilegiada”. Por ejemplo “No va a creer que alimento de consumo diario contiene un poderoso cancerígeno” o “El gobierno nos está ocultando información sobre visitas de extraterrestres. No va a creer que presidente es un reptiliano”. También se usa la pseudociencia para disfrazar una falacia: “Los campos magnéticos de las piedras influyen en el flujo de electrones, generando ondas cerebrales que envían impulsos eléctricos a la parte afectada del cuerpo para regenerar las células dañadas”. Ya no se diga de las creencias basadas en la fé, como quien cree que una oración va a hacer algo por el hambre que sufre el mundo. Esto último, no sirve para nada, pero es reconfortante.

En apariencia, dota a la gente de un conocimiento oculto para el resto de la humanidad, lo cual los hace sentir por encima del resto porque “yo si sé algo muy importante, que tu no”. Es una ilusión pues, muy cautivadora por cierto. Y como a nadie le gusta sentirse estúpido, defienden férreamente su punto, porque de otra forma, sería aceptar que nos creímos una tontería, lo cual nos hace sentir tontos, y como no hay forma de defender lo indefendible, se cae en la violencia verbal y a veces física. Se ofende la gente pues.

Que sentidita resultó la humanidad de hoy. Tantos avances, tanta evolución, pero la mayoría siguen siendo como primates defendiendo su territorio de 10 metros cuadrados, cuando a la vuelta tienen hectáreas libres.

* El consumo de carne en nuestros antepasados, ayudó a un mejor desarrollo cerebral que derivó en una mayor inteligencia. Hace aproximadamente 200,000 años, hubo otro salto evolutivo de los primeros humanos, al comenzar a cocinar la carne, lo cual facilitó una mejor absorción de sus nutrientes ayudándonos a obtener un mejor desarrollo que nuestros primos los primates. Con el tiempo, nuestra estructura dental se adaptó para el consumo de carne cocinada. Por ello, en todo caso, es más antinatural forzarnos a comer solo vegetales, que el consumo de carne cocinada.

Para saber más: Comida cocida nos evolucionó

viernes, 27 de febrero de 2015

Fuego

Me gusta contemplar el fuego bajo el velo de la oscuridad. Despierta mi instinto primitivo, legado de mis ancestros que mantenían una fogata encendida durante las noches, como protección, como cobijo de las criaturas que cazan por las noches, alejando a los espíritus que amenazaban con llevarse su esencia a un plano misterioso y desconocido. El fuego, me remonta a aquellos tiempos donde la vida era más simple, aunque más peligrosa también. Ver su danza, oler sus entrañas, sentir su calor, es un recordatorio constante del fuego interior, en un sentido metafórico, que lucha por mantenerse con vida desde el momento en que nacemos.


A veces, son esos pequeños detalles nimios los que dan vida a nuestra llama interna, por llamarla de alguna manera; basta con detenerse a observar un momento el cielo, o dejarse llevar por nuestros sentidos cuando sopla un viento refrescante que acaricia cada centímetro de nuestra piel; un roce en la mejilla. Cada quien tiene su propio combustible que alimenta su fulgor, y sus propios detonantes que lo hacen arder intensamente, grabando en nuestra memoria aquellos momentos que recordaremos por siempre.

Tal vez, al final, el propósito mismo de la existencia es encontrar lo que alimenta nuestra chispa e intentar mantenerla viva por encima del tedio cotidiano, que actúa como un extintor maldito succionando de nuestras entrañas el combustible de la vida.

Contemplo el fuego como un recordatorio de no dejar apagar mi propia chispa. Soplo y meneo con intensidad los brazos, abanicando el carbón incandescente para hacerlo arder, para lograr que llegue a su cenit, y con su hipnotizante movimiento, perderme en su furia, esperando que contagie con su energía a mi propia alma, porque si se llegase a apagar, la pasión por la vida se perderá irreversiblemente.

Encuentren lo que detona su fuego, y soplen, soplen con todas sus fuerzas, porque existen muchas personas que han dejado apagar el suyo, que desean volverlos ceniza, y arrojarla en el olvido. Un olvido que se lleva el viento.