martes, 26 de marzo de 2019

La GoldDigger

La última vez que nos vimos, fue encubriendo por última vez otra de sus aventuras en un viaje de trabajo que hizo con su jefe inmediato. Sabía muy bien a esas alturas de la vida cómo manejar a la gente, habiendo perfeccionado su capacidad de manipulación para hacerla imperceptible, e ingenuamente de mi parte, aún no me había percatado de ello a pesar de toda la evidencia que yacía ante mí. Recuerdo que el día anterior a aquella tarde, nos platicaba de un viejo amigo olvidado al cual no veía hace más de 20 años, que encontró rápidamente en Facebook, solo para citarse unas horas después y darse el lujo de cogerse al “guapo adolescente que la había rechazado años atrás”, mientras “dobleteaba” con su jefe esa misma noche. Y aún usaba su argolla de matrimonio.

De clase media, media-baja, belleza por debajo de los estándares noventeros durante una adolescencia no muy dócil con ella, y con nombre y apellidos tan comunes como un Godínez, López o Pérez, estudiamos juntos en una escuela donde existía una disparidad muy marcada entre los populares y los recluidos, los “inteligentes” y los “burros”, los favoritos de los profesores, y aquellos marcados con el sello de “perdedor”. Nosotros pertenecíamos a este último grupo a la vista de los que dominaban aquel reino estudiantil. Aunque sus calificaciones no eran malas, el ambiente no ayudaba en nada ante los complejos con los que creció, debido a sus carencias económicas y ser el patito feo. Ésto, sembró la semilla, o tal vez solo hizo germinar lo que ya estaba ahí.

En retrospectiva, ahora entiendo por qué solo se rodeaba de hombres; le gustaba ser “La Reina”, el centro de atención de un grupo de machos en disputa por la hembra alfa, quienes en su momento le declararon su supuesto amor, sacando el máximo provecho de los cambios que tuvo en su físico al final de su adolescencia; no era una belleza, pero ya no era la niña fea llena de espinillas y dientes con frenos, era una mujer con buenas tetas. Debió ser en esa etapa de su vida, cuando se fijó el propósito de ser deseada, popular, “de lana” y “de mundo”; una mujer “bien” que pudiera hablar con sus igualmente pudientes (y envidiosas) -amigas-, sobre sus viajes a Houston, mientras hacía ejercicio en un “gym” de Polanco o Santa Fé. Su plan inicial era (palabras literales) “voy a ligarme a un güey de dinero del Tec.”, según le confesó a uno de sus mejores amigos con una frialdad calculadora. Años después me daría cuenta, que ese plan se quedaba corto.

Se casó, efectivamente, con un muchacho de “familia bien” del ITESM, con una posición económica envidiable, panzoncito, simpático y verdaderamente una buena persona cuya familia se opuso desde el inicio a la boda, pues le decían que únicamente se estaba casando con él por su dinero. Además de haber sido una amiga a quien yo quería, era tan buena manipulando, que incluso yo creía que la familia del muchacho estaba equivocada, que ella realmente lo amaba, a pesar de los detalles que la delataban y me negaba a ver, cómo las veces que me platicaba que en la intimidad no eran nada compatibles, por lo que evitaba lo más posible esos momentos, no le gustaba, “no se sabe mover”, “está gordo”, decía, aunque ahora que lo pienso, pudo haberlo rechazado también, para evitar los adjetivos que se le adjudican a las personas que obtienen un bien económico, a cambio de dar un poco de “carne”.

Pero nunca fue suficiente. Deseaba subir más en los codiciados escalones empresariales y sociales utilizando sus dotes femeninos para tal efecto, y de ser necesario pondría la pierna en minifalda sobre el escritorio de algún directivo de alto rango; le fue fácil subestimar el poder que los hombres en esos niveles pueden tener, pero asumió el riesgo y dejó pasar los abusos, haciendose la victima cuando la cosas no salían bien; y así cayó sin paracaídas en una espiral de manipulación, sexo y poder, que sentó la base para poder terminar con su matrimonio años después. Estaba dispuesta más que nunca a no perder su estilo de vida, y ya estaba encarrilada con lo necesario para poder seguir ascendiendo sin la ayuda del esposo que supuestamente no la sabía satisfacer sexualmente, ni se preocupaba, según ella, de verse mejor.

El marido ganaba un buen billete y se encargaba de la totalidad de los gastos del hogar; aparte le daba una generosa parte a ella mensualmente. Eso, más el dinero que ella misma ganaba y usaba en un 100% para sí, le permitió llevar la vida de ensueño que siempre había deseado. Llegó su primer época dorada; arreglos físicos (operaciones), procedimientos de belleza con aguacate importado de las tierras sagradas, maquillaje comprado en Miami, ropa de marca, bolsos cuyo precio solo está en dolares, spas, masajes, viajes, autos deportivos, etc; y aunque seguía siendo una flacucha sin chiste, llamaba mucho la atención por tener un generoso busto, llevar escotes generosos en ropa cara, y portar accesorios y maquillaje de estrella de cine;, ya se movía en las altas esferas gracias a los contactos de su marido. Estaba viviendo una fantasía.

Recuerdo como con un énfasis casi enfermizo, reiteraba que le encantaría que todos los de la escuela la pudieran ver ahora, para que se mueran de envidia o se arrepientan aquellos que la rechazaron en el pasado. Mientras que las guapas de la escuela se habían aseñorado o eran perdedoras casadas con un calvo y panzón, ella era un Cisne en casa de oro iniciando los 30. Y así fue; se dió el boom de FaceBook y su red de contactos comenzó a crecer lo que le permitió organizar o ir a reuniones de ex-alumnos, de esas donde entras con curriculum en mano.

Se separó de su esposo más o menos por las mismas fechas que yo estaba en proceso de divorcio, lo cual nos acercó un poco más al tener problemas en común, y me tocó ver de primera su ascenso. En una reunión donde estuve presente, llegó con su deportivo de medio millón de pesos el cual compró de contado porque estaba “depre”, y necesitaba levantarse el ánimo. Se regodeaba de la envidia y las miradas de deseo de los ex-compañeros, y al ser una mujer libre de poder acostarse (oficialmente sin remordimientos) con quien quisiera, sobraban las propuestas y se daba el lujo de irse a la cama con quien escogía y se le antojaba en esos momentos.

Pasó el tiempo y yo aceptaba su comportamiento porque, bueno… uno solapa a veces a los amigos aunque hagan locuras y se les apoya; además soy muy abierto y la quería. Desde siempre la apoyé y la consideré como una verdadera amiga; pensé que era recíproco. En los últimos años llegó a utilizarme como tapadera, apoyo moral, psicólogo, consejero, chofer, y no sé qué tantas cosas más (no, nunca nos acostamos ni quisimos hacerlo). Finalmente, los que éramos sus dos mejores amigos, quienes la queríamos desde que era una niña flaca, fea, sin chiste y sin varo, ya no estábamos a su altura y no cabíamos más en sus planes a futuro; de la nada se inventó algún pretexto sacado de su sociopatía y cortó todo el contacto con nosotros. Exprimidos hasta el final, como lo fue su marido, ya sin jugo nos tiró a la basura.

Lo último que supe, es que alcanzó el pináculo en la esfera social; se casó con un ingenuo extranjero adinerado de ojos azules, probablemente más joven que ella, en un lugar remoto del mundo, con un vestido blanco y hermoso que pudiera esconder la negrura del alma de una persona que aspiró demasiado humo, al quemar un pasado de orígenes innombrables; obviamente hubieron cientos de fotos en todas sus redes sociales, donde destacan los comentarios de los ex-compañeros de escuela, a quienes siempre quiso impresionar. Puedo imaginar su rostro al pensar “tomenla pendejos” mientras responde un comentario con un “gracias amiguis, la boda de super lujo, disculpa la no-invitación a los Emiratos Árabes, pero fue algo muy íntimo y rápido”.

Lo mas cagado serán los apellidos de sus hijos, si sus cuarentas se lo permiten; algo así como “Derek Cumberbatch Godinez”. Ésta historia continuará... (Farewll I.P.G.)

No hay comentarios: