Prólogo
[Marco: Entrada de Bitácora 2045308.1] - "¿Qué es la existencia? Sé que suena raro, redundante, y a primera vista hasta tonto; pero es algo que me he cuestionado desde muy chico. Cuando se nos decía que, según el Génesis, un dios creó el universo en 6 días, descansando en el séptimo, dotando a la Tierra de vida tras la creación de un paraíso, donde un par de seres humanos desnudos y curiosos adquirieron conciencia de su desnudez, perdiendo la inmortalidad al comer del fruto prohibido, comenzando así la humanidad. Ahora, mientras escribo en mi bitácora personal, me doy cuenta de que la respuesta a la razón del cómo se creó el mundo parecía demasiado sencilla y cómoda para ser cierta. Darme cuenta de que no fue así fue parecido al momento en el que comprendí que los juguetes de cada Navidad eran en realidad obra de mis padres.
Poco después, cuando tuve la edad suficiente para leer (y comprender) sobre la teoría del Big Bang y el Multiverso durante mi adolescencia, surgieron más preguntas que respuestas. ¿Qué había antes del Big Bang? Si el universo comenzó a expandirse hace 13,700 millones de años, ¿significa que antes de ello hubo un período eterno de inexistencia total y absoluta, un nada de tiempo y espacio? Y se expande, sí, pero ¿en qué se expande? Soñaba despierto en ello en la oscuridad y soledad de mi cama, conciliando el sueño; siempre fue el equivalente de contar borregos para poder dormir. En mis tiempos libres, leía los viejos libros que mi padre mantenía guardados como un tesoro, en un librero que él mismo construyó cuando era joven. Libros donde se explicaba que en realidad existe una sopa infinita y eterna de 11 dimensiones, un mar hyperdimensional sin principio ni final, del cual, como burbujas de un hervidero, se crean y se destruyen múltiples universos, equivalentes a las burbujas de la sopa que preparaba mi madre, que coexisten en paralelo con el nuestro. A veces se cruzan e interactúan entre sí; en algunos hay vida, en otros no, y la cantidad de tiempo (donde éste aplica) que perduran varía acorde a una cantidad inimaginable de factores, así como nosotros los humanos que somos cada uno diferentes, y tenemos un limitado, pero distinto tiempo de vida. Inclusive hay universos con distintas leyes físicas que el nuestro, donde las cosas son mucho más peculiares de lo que podemos llegar a imaginar, con tipos de materia exótica imposible de recrear aquí.
Y volviendo a mi cuestionamiento inicial, el problema de la presencia de la realidad absoluta, por llamarle de alguna manera a ese mar que acabo de describir, simplemente subió de nivel. Ya no se trataba del ¿por qué? o del ¿cómo se creó el Universo? porque eso se sabe muy bien desde hace algunos años, cuando logramos crear la primera singularidad AI, la cual nos ayudó a resolver algunos problemas fundamentales que había entre la gravedad y la mecánica cuántica. Ahora se trataba de saber a nivel fundamental y absoluto el, ¿cómo funciona tal hiperrealidad y por qué es que esta sopa eterna existe? Sabemos que la Tierra está en un sistema solar que gira cerca de la orilla exterior de la Vía Láctea, nuestra galaxia, que a su vez, es parte de un grupo local de galaxias vecinas, las cuales representan un punto pequeño en el Supercúmulo de Virgo, siendo éste una pequeña extensión de una ramita del árbol que representa al Universo tal como lo conocemos. Y si tomamos este árbol metafórico, o burbuja, y la colocamos como una más de un número infinito de burbujas que flotan en el océano eterno, ¿sobre qué yace tal océano metafórico? ¿Hay más océanos? ¿Existe un límite? ¿Por qué existe lo que existe? podríamos ir hacia arriba y nunca terminar; y desconocer el funcionamiento del multiverso a ese nivel, me consterna.
En mis reflexiones más profundas, me pregunto si la existencia misma es una simulación, una proyección de una realidad aún más compleja y fundamental. ¿Podría ser que nuestra percepción del tiempo y el espacio sea solo una interpretación limitada de una verdad más vasta y multidimensional? La singularidad AI nos ha permitido vislumbrar fragmentos de esta hiperrealidad, pero cada respuesta parece abrir nuevas preguntas, como si estuviéramos atrapados en un laberinto infinito de conocimiento y misterio.
En fin, mi propósito no es dar respuesta a estas preguntas, ya que la mente humana es intrínsecamente incapaz de comprender conceptos tan complejos. Tampoco deseo establecer una nueva forma de creencia, culto o lo que sea; únicamente intento explicar cómo y por qué comenzó mi motivación para enfocar mis estudios hacia la Ciencia. Sin saberlo, en su momento me llevarían a un laberinto interminable por la búsqueda de mi alma gemela, así como le llaman los poetas, los soñadores, idealistas y escritores, que por siglos han creado historias, cuentos y poemas sobre lo que significa ser humano, amar, sentir, vivir, y dar un propósito y significado a la vida. Solo espero estar a tiempo para ello.
El tiempo es una ilusión, y en sí mismo no existe en los niveles más altos; el tiempo es un concepto humano que la mente creó para poder funcionar aquí, pero eso no demerita el hecho de que la sopa está ahí arriba, sustentando los hilos del cosmos.
Mis estudios me llevaron a descubrir que tenemos una conexión neuronal (que seguramente nada tiene que ver con alguna deidad, aunque no lo puedo descartar) más allá de lo que jamás hubiéramos podido imaginar en décadas pasadas. Una conexión que, como dije, me llevó a creer en el amor, a creer en el alma gemela, a creer en la vida eterna dicho de forma romántica, pero no como lo plantean las religiones, sino de un modo mucho más impresionante y trascendental.
Nunca nadie ha llegado antes a las conclusiones y hechos que acabo de describir, aunque lo han vivido desde siempre sin saberlo, y pienso que por ahora debe permanecer en secreto para el mundo. Cuando se sepa y se acepte como parte fundamental de la vida del ser humano, es probable que todos los fundamentalismos religiosos comiencen a desmoronarse, y aquellos que mantienen el poder de las masas mediante la idea de un dios y sus reglas harán todo lo posible para quedarse con su status de poder y control.
La consciencia en sí misma no se limita a un conjunto finito de electrones viajando por dendritas entre neuronas; no somos solo un flujo eléctrico, ni materia pensante como creíamos, cerrando el debate sobre si la consciencia es una propiedad de la materia. Ni mucho menos somos un alma creada por una divinidad que utiliza un cuerpo para manifestarse, aunque ciertamente, el cerebro es una herramienta de comunicación, un mecanismo de conexión entre lo que somos y donde nos encontramos.
Inevitablemente se avecina una nueva revolución, pues encuentro este hecho científico fascinante y dotado de una espiritualidad mucho más satisfactoria que cualquier superstición religiosa. Su conclusión se acerca, pero probablemente no me tocará vivirla.
Dejo esta bitácora en mi laboratorio para que mi familia y amigos puedan encontrarla, leerla y comprender el por qué hice lo que haré, pues con toda certeza no regresaré después de lo que estoy a punto de realizar. Aunque si funciona, ignoro qué consecuencias podría traer a este mundo, en el sentido de perturbar el flujo normal del tiempo. Sea como fuere, nada volverá a ser igual después de hoy. Todo sea por encontrar a Lucía, el amor de mi vida, y por la ciencia, dicho sea de paso.
La existencia, entonces, no es solo un estado del ser, sino un viaje continuo de descubrimiento y asombro. Cada nueva teoría, cada nuevo descubrimiento científico, nos acerca un poco más a comprender el vasto y complejo tapiz del cosmos, pero también nos recuerda lo mucho que aún desconocemos. Y en ese desconocimiento, en esa búsqueda interminable, reside la verdadera esencia de nuestra humanidad." -fin de nota-.
La Habitación
Marco era un hombre solitario, con pocos amigos verdaderos, esos que se pueden contar con los dedos de una mano. No esos conocidos indiferentes con los que a veces conversas, pero que no te importaría si desaparecieran mañana. Nacido en la era digital, siempre estuvo rodeado de dispositivos electrónicos que le ofrecían, con solo un par de clics, todo el conocimiento acumulado por la humanidad. Su curiosidad innata lo llevó desde joven a sumergirse en el estudio de la ciencia. Sin embargo, como un ostracista natural, detestaba las redes sociales y le costaba descifrar las sutiles señales de las mujeres, mucho menos acercarse a ellas o sostener una mirada por más de unos segundos. Y sin embargo, ahí estaba. Su corazón latía con furia, su respiración agitada por la emoción, el deseo y una determinación casi inhumana por mantener el control, rompían el silencio de la gran habitación. Poco a poco, el aliento húmedo de ambos se condensaba en los cristales circundantes, al ritmo de las caricias, jadeos y suspiros.
Acercó poco a poco sus manos con un temblor sutil, pero evidente, hacia aquella hermosa figura femenina, cubierta de sombras, dotada de curvas, y de contrastantes colores obscuros debido a la poca luz que se filtraba por los ventanales; sus contornos se delineaban perfectamente, con una simetría matemáticamente perfecta. Pudo sentir la pureza de su piel, lisa y suave, contraída por el roce de sus dedos, trazando con las manos su silueta con todo el cuidado posible, alargando el momento, memorizando cada centímetro de aquel cuerpo desnudo que existía solo para él. Y sin saber con certeza qué tanta presión debía aplicar, la tomó con la misma firmeza con que se coge una copa de cristal, y pudo sentir por primera vez aquellos senos bien formados y redondeados. Los acariciaba como si hubiera entrado en trance, contemplando a una divinidad que con su luz quema a la vista; sus manos fueron rodeando lentamente su cuerpo para terminar en un abrazo, rozando una piel que se erizaba al contacto, con esas mismas manos que minutos atrás únicamente conocían la aspereza de las herramientas. Finalmente, sus labios hicieron contacto, encendiendo el fuego latente que yacía en sus corazones; era como si eternamente se hubiera estado gestando la energía necesaria para lograr una explosión catártica casi insoportable, de amor, entrega, pasión, libertad, y todo aquello que los poetas del mundo, a lo largo del tiempo, han descrito en sus obras más eróticas, y que al final lograron la conjunción de sus almas en un solo ser. Sus labios ahora besaban aquel vientre plano, mientras ella se internaba en un mar de fluidos que corrían por sus entrepiernas. Marco no pudo mas, y se rindió ante la fantasia, apartando los pensamientos que le atormentaban desde lo más profundo de su ser, y que le decían que eso no era real. Sus cuerpos finalmente se fundieron en uno solo, y las emociones fueron tan fuertes e insoportablemente placenteras, que se desmayó. Y como si se tratara de una cruel broma del destino, ella se desvaneció dejando tras de sí un suave aliento que se disipaba en el aire. Marco despertó. -Había funcionado-, pensó para sus adentros.
Nuevamente, Marco se encontraba en una batalla interna; emoción contra razón, agua y sed. Ninguno de sus pensamientos, reflexiones, ni sus interminables noches de razonamiento profundo lo habían preparado para experimentar la embriaguez de aquellas sustancias químicas invadiendo su cerebro como un cáncer agresivo: dopamina, endorfinas, adrenalina, noradrenalina, serotonina, y quién sabe cuántas más. Ya no importaba; no podía pensar con claridad, intoxicado por la tranquilidad y el alivio que se sienten después de hacer el amor. Cedió, y por primera vez en su vida se sintió intensamente feliz tras su encuentro surreal con aquella mujer que ya no estaba ahí. Dejó a un lado su tendencia natural a buscar explicaciones y justificaciones para todo, y pasó el resto de la noche en éxtasis, contemplando las estrellas tumbado boca arriba en un pequeño sofá-cama, recordando cada instante y cerrando los ojos de vez en cuando para revivir el momento hasta quedarse dormido, como nunca antes.
Al día siguiente despertó como se despierta después de una noche de excesos alcohólicos; claro que nunca había bebido, pero imaginó que así se sentían los individuos comunes tras una noche de copas: fatigado, con un poco de dolor de cabeza y desorientado, pero con una extraña mezcla de tranquilidad y angustia. Sabía que tenía que repetir la experiencia y sabía cómo, pero también sabía que algo había salido mal y debía corregirlo. En su momento no comprendió por qué su más grande creación había tomado consciencia absoluta de sí misma. Por supuesto, a nivel molecular era una estructura idéntica a la original, pero no entendía cómo era posible que sus procesos neuronales estuvieran en perfecta armonía con los de la verdadera Lucía.
Era irónico, y él lo sabía; una sonrisa sutil se dibujó en su cansado rostro al reflexionar sobre el tema. Una vida de privación emocional y trabajo lo había llevado precisamente a lo que siempre evitó: la pasión, el amor, unirse con su alma gemela. Aunque no creía en tales fantasías, que solo los ingenuos aceptan para hacer su existencia más llevadera, no tuvo más remedio que considerar que tal vez hay quienes se buscan a través del tiempo y las dimensiones hasta encontrarse. Ridículo.
Regresó a “La Habitación”, su refugio frío, ahora desprovisto de humedad tras normalizarse su respiración y equilibrarse los niveles químicos de su cerebro. Las paredes, cubiertas de pizarras con dibujos y ecuaciones, "decoraban" su laboratorio. En otros rincones, libreros y herramientas llenaban el espacio restante; en particular, uno que su padre construyó en su juventud, cuando se dedicó a fabricar muebles para ahorrar dinero y pasar el tiempo. Marco, siendo solo un niño, aprendió que cuestionar, pensar, crear, construir e inventar era sumamente satisfactorio. Creció viendo a su padre ensamblar computadoras y muebles de madera, mientras le explicaba con entusiasmo por qué estaba libre de ataduras religiosas, y sobre la profunda espiritualidad de saberse hecho de átomos forjados en el interior de una estrella supermasiva que terminó su vida como una supernova. Todo esto llevó a Marco por el camino de la ciencia, y paradójicamente, el amor.
En contraste, ahi se encontraba ella, hermosa, reluciente, sonriente, con su mirada llena de vida y con todos los detalles que una fotografía de tamaño considerable puede ofrecer. Dejó salir un gran suspiro mientras su mirada se perdía en tal imagen impresa, y entró en una profunda reflexión mientras la contemplaba. ¿Será esto amor? Se preguntaba, volviendo a su inseguridad habitual; no puede ser. “ Simplemente me encuentro embelesado sufriendo los efectos químicos que mi cuerpo está programado para procesar”; pensaba en voz alta. Y sin embargo sentía una gran necesidad de hacer fluir nuevamente esos mismos químicos en su corteza cerebral. El efecto ya había pasado; quería más, era como una droga potente y necesitaba su dosis. Y solo ella podía brindarle nuevamente esa oportunidad, sin importar si era real o no; lo que sintió sí fue real al menos. Él la tuvo entre sus brazos, mientras ella soplaba palabras dulces al oído, que ni en sus más remotas fantasías eróticas, pensó que alguien pudiera decirle. Pero era una fotografía; necesitaba volverla a sentir, acariciar su piel, devorarla a besos en sus mas íntimos rincones. ¿Llamarle? ¿Hablarle? ¿Presentarse ante ella? Improbable. Apartó la idea tan rápidamente como llegó; ¿quién podía fijarse en él? Mucho menos ella.
No podía hacerlo ahora; tenía mucho trabajo que realizar, cálculos que corregir, y lo más importante de todo, necesitaba otro cabello real de la misteriosa mujer de la fotografía. La última vez que salió de “La Habitación” fue para dirigirse al establecimiento de comida más cercano. Hasta él necesitaba comer de vez en cuando. Sentado en el transporte urbano, ella subió, como tantas otras veces, en una de las paradas habituales. Parecía ser su ruta cotidiana. Caminó por el pasillo buscando un lugar disponible, contoneante, juguetona, alegre, casi infantil, hasta llegar justo al asiento frente a Marco, que estaba vacío. Ella lo miró por un instante (que le pareció eterno) y sonrió inocentemente antes de sentarse. Un cabello cayó delante de él, y lo atrapó en el aire.
La primera vez que la vio fue varios meses atrás. El mundo a su alrededor dejó de existir, el tiempo se congeló en un instante sin fin, y sintió una conexión especial que no podía describir, algo cósmico y trascendental. Tuvo una experiencia que no tenía una explicación racional; sintió que la conocía de toda la vida, aunque no sabía nada de ella. No era solo atracción física, ni deseo carnal, ni las fuertes palpitaciones al ver a una mujer hermosa; había algo más que no podía concebir. Su mente simplemente se desconectó, y cuando volvió en sí, ella ya se había perdido entre la multitud. No era la mujer más bella del planeta, ni siquiera del vecindario, pero ciertamente era muy atractiva y perfecta para él. Pasaron algunos días antes de volver a encontrarse en el camino.
Para maximizar las probabilidades de encontrarse con ella en la calle, había ideado un plan alocado: realizar análisis completos de posibilidades y comportamientos, utilizando ecuaciones de psicología social, psicohistoria, teoría del caos y una docena más de ciencias, para obtener una estimación del 95% de su ubicación en un momento dado. Las variables que sus cálculos necesitaban incluían la rutina promedio de las chicas de su edad, los horarios del transporte público, la cantidad de tráfico según la fecha y la hora, el número de camiones disponibles, el tiempo promedio que estos operaban antes de requerir mantenimiento dada su autonomía robótica, la probable actividad que podría estar realizando en ciertos días según el tipo de ropa que llevaba cuando la veía, si llevaba bolso o mochila, zapatos o tenis, lentes de realidad aumentada, etc. Su obsesión llegó a tal grado que incluso pudo fotografiarla en repetidas ocasiones sin que ella lo notara. Cualquiera podría acusarlo de acoso, pero no era el caso. Debido a su inseguridad, no se atrevía simplemente a acercarse y decir “hola”; presentarse y entablar una conversación casual, imposible; no. Lo hacía para poder conocerla sin pasar por un momento incómodo de interacción social. Eso era impensable de momento, y su corazón palpitaba con ansiedad solo de contemplar esa posibilidad. Por ello, inventó un dispositivo que le ayudaría en su tarea y eventualmente le daría el valor para dar el gran salto.
Y ahí estaba ella, delante de él, haciendo fila para subir al transporte urbano automatizado, hermosa, llena de alegría y con un aroma exquisito. En sus sueños, a veces se encontraba con una mujer a la que amaba profundamente sin poder ver su rostro, y estaba seguro de que era ella, materializada en esta realidad y tiempo; no podía ser de otra manera. Por eso, se había forjado la firme idea de conocerla, saber más de ella y, por supuesto, aprender sobre el enigmático, misterioso y desconocido mundo del amor. Así pasaron los días, y en una rutina casi ritual, acumuló un puñado de sus cabellos. Eran suaves, delgados, rojizos, en forma de rizos, y olían a lo que él suponía debían oler los valles frescos rebosantes de flores, ahora inexistentes debido al calentamiento global, y solo presentes en unos cuantos herbarios del mundo.
[Marco: Entrada de Bitácora 20490213.1] - “La máquina funcionó perfectamente, recreándola con una exactitud molecular sin mayores problemas. Sin embargo, hay dos aspectos que aún no logro explicarme y que me perturban profundamente. Primero, su consciencia, su esencia, ella misma en su nivel más fundamental, ¿de dónde proviene? Su cuerpo estaba ahí, y un escaneo cuántico/atómico no habría encontrado diferencia alguna con respecto a la Lucía original que vive en la ciudad. Es probable que, al ser la configuración estructural de su masa cerebral idéntica, su mente haya adquirido los mismos procesos cognitivos que la original, con su personalidad y forma de ser. Sin embargo, esta teoría no explica la presencia de recuerdos y conocimientos. Mi Lucía, la réplica, demostró tener conocimientos, recuerdos, vivencias, personalidad, gustos y todo lo que nos distingue como seres humanos. Lo más peculiar de todo es que ella me amaba y parecía conocerme. ¿Será esta la prueba que la humanidad ha estado buscando desde sus inicios para explicar de dónde venimos? ¿Será acertada mi teoría sobre el origen de la consciencia? Tendré que estudiar más a fondo este fenómeno.
Por otro lado, ella dejó de existir después de un par de horas tras su creación, y desconozco el porqué. ¿Mal funcionamiento de la máquina? Poco probable. Me inclino más a pensar que mi experimento de alguna forma viola alguna ley física aún no descubierta. Necesito repasar mis notas y ecuaciones, y hacer nuevos cálculos en la computadora cuántica para ver si encuentro algo que haya pasado por alto”.
La Entrega
Pasaron algunas semanas durante las cuales Marco recreaba a Lucía, realizando pequeños ajustes cada vez. Dentro de La Habitación, destacaban por su magnificencia la fotografía de ella y una gran estructura esférica y hueca en el centro, a varios centímetros del suelo. La esfera, de tres metros de diámetro, no tenía bordes visibles, era ligeramente opaca y de un color indefinido, hecha de un material que a simple vista no se podía identificar como metal, cristal, carbono o algún polímero reciente. No se apreciaban uniones ni remaches, y flotaba estática sobre el suelo ligeramente cóncavo, del cual emanaba un halo de energía que producía un suave sonido, parecido al de un panal de abejas, distorsionando la luz y creando un efecto hipnótico, similar al aire caliente, aunque su temperatura era de varios grados bajo cero. En la parte frontal de la esfera, vista desde el escritorio de Marco, sobresalía el area de "impresión" molecular del aparato, que resonaba a gran velocidad como un subwoofer, ligeramente más oscura que el resto de la esfera, con un aspecto similar al de un líquido metálico no refractante.
Marco estableció algunos parámetros y comandos en la computadora cuántica de su escritorio con gran entusiasmo, luego se acercó al exótico objeto geométrico, producto de años de trabajo, estudio, noches interminables de investigación y el financiamiento de una compañía privada que había invertido millones en obtener tecnología femtométrica capaz de interactuar con átomos individuales utilizando -robots cuánticos- [ver entrada 20380706.1A]. Era la invención de su vida, tal vez el mayor invento de la humanidad hasta el momento. Tomó uno de los cabellos del manojo que guardaba con recelo, lo colocó sobre la superficie resonante de la esfera y fue absorbido al instante. La esfera comenzó a brillar y sus partes mecánicas a moverse a un ritmo perfecto. La energía que emanaba del suelo envolvió toda la esfera, haciendo del espectáculo algo digno de admirar; conforme pasaba el tiempo, las sombras en el interior de la esfera iban tomando una forma humana cada vez más notoria.
Mientras la máquina hacía su trabajo, Marco repasaba mentalmente el proceso que se desarrollaba ante sus ojos. La esfera era alimentada con las moléculas que componen a un cuerpo humano, almacenadas en contenedores específicamente diseñados para la tarea; otros elementos también necesarios, eran formados a partir de la fusión del hidrógeno en elementos más pesados como helio, boro, carbono y nitrógeno, que extraía directamente de los depósitos de agua pura. El agua, compuesta por un átomo de oxígeno y dos de hidrógeno, contenía el elemento primario que explotó a la existencia en el primer instante del universo, el bloque fundamental de todo lo conocido, el hidrógeno. La reacción nuclear de la fusión del hidrógeno se realizaba en una habitación separada; esta tecnología se había vuelto práctica y segura para uso industrial a finales de la década de los treinta del siglo XXI.
Como si de un milagro se tratara, la unión con precisión pico métrica que realizaban los -robots cuánticos- contenidos en la esfera utilizaba estos elementos para ensamblar, átomo por átomo, una copia exacta de aquella hermosa mujer, con su personalidad, recuerdos, inteligencia, carisma y todo lo que la hacía única en el mundo. La computadora cuántica utilizaba la información genética del cabello para calcular instantáneamente el resultado del crecimiento y desarrollo de una persona hasta la edad indicada, en este caso 25 años. Esa información se convertía en órdenes que enviaba a través de la red interna a cada uno de los invisibles e incontables -robots pico métricos-, que en poco tiempo lograban crear el milagro de la vida humana, usando elementos, moléculas y compuestos químicos como bloques de Lego.
Aun así, Marco no podía entender por qué su creación, desde el momento de abrir los ojos por primera vez y dar su primera bocanada de aire, comenzaba a buscarlo desorientada, insegura sobre lo que pasaba pero consciente de la existencia y presencia de Marco. Cuando sus miradas se cruzaron, ella sonrió; su rostro denotaba alivio, y se entregó a él. Corrió desnuda hacia sus brazos, y él pudo sentir como se apretaban sus senos desnudos sobre su pecho, mientras le acariciaba suavemente la espalda con la intención de ir dibujando una imagen mental de toda su figura con el trazo de sus manos sobre sus curvas y recovecos. Lucía lo desnudó con gentileza; en contraste, él apretó sus nalgas con firmeza para fundir su piel con la de ella. Lo besó y él correspondió, siempre inseguro de estarlo haciendo correctamente. Pasados un par de minutos, tuvo que detenerlo por un momento poniendo un dedo sobre su boca y con ternura le susurró al oído “despacio, que tenemos la eternidad para nosotros”. Hicieron el amor toda la noche.
Lucía estaba en un éxtasis total, cerrando y abriendo los ojos con frecuencia, intentando distinguir dónde se encontraba, solo para volver su mirada hacia Marco o cerrarlos de nuevo, incapaz de concentrarse en otra cosa que no fuera el placer y el amor que experimentaba. Su cuerpo flotaba, pero se sentía pesado a la vez; se movía con dificultad, aunque podía contonearse al ritmo de las contracciones orgásmicas que se repetían una y otra vez. Y a pesar de todo, iba y venía entre recuerdos, fantasía y realidad; el futuro y el pasado se fusionaban de una manera tan confusa que no podía concebir que todo aquello fuera real. Era una lucha sin cuartel entre razón y piel, en un campo de batalla compuesto por dos cuerpos que se perdían entre las sombras; dos seres que existían únicamente para ese instante en el tiempo. Era una lucha mental contra una fuerza invisible que diluía su percepción y aumentaba su deseo de quedarse ahí para siempre. Pero cuanto más lo intentaba, cuanto más deseaba permanecer atada a los brazos de su amado, más sentía que se perdía en un limbo entre el mundo real y el de los sueños. Su mente se disipaba como vapor en el viento, alejándola lenta pero inexorablemente del mundo donde Marco se encontraba. Finalmente, todo se volvió borroso, confuso, angustiante e indistinguible, hasta que no quedó nada; ni luz, ni oscuridad, ni vacío; solo nada.
Marco no quería dejarla ir, no quería que desapareciera esta vez. Aunque había repetido los cálculos del proceso de creación, cruzando los dedos para que estuvieran correctos, mientras se encontraban íntimamente, continuaba repasando mentalmente los ajustes aplicados, asegurándose de que esta vez ella se quedara para siempre. Embelesado, idiotizado, ebrio de químicos fluyendo por sus venas y su corteza cerebral, llegó un momento en el que no podía hacer otra cosa sino perderse en los ojos de Lucía, intentando fútilmente comprender la razón de nuestra existencia, encontrar, de alguna manera, el sentido de la vida.
-¿Qué recuerdas antes de estar aquí?-, le preguntó suavemente. Confundida por la pregunta tan fuera de lugar, respondió con cierta incredulidad.
-No te entiendo… ¿qué quieres decir?-, dijo con suavidad.
-Solo dime, ¿qué recuerdas?, por favor-, insistió Marco.
-No lo sé; es… es como haber estado en un sueño… sí; recuerdo… (hizo una larga pausa, y su mirada se perdió en el vacío) recuerdo haberte visto antes; esto ya lo hemos vivido, ¿verdad?.. pero también, recuerdo perderte cada vez, siento haber estando buscadote por siempre, entre vidas, entre dimensiones; qué tonto, ¿no?.. y ahora estás aquí conmigo, por fin… pero tú solo eres un sueño, Marco, dime algo que me guíe hacia ti, ¡que me diga que eres real! No quiero despertar… abrázame, no me dejes despertar, abrázame fuerte y no me dejes ir; pero si me voy de nuevo, no me traigas de vuelta, buscame aquí, en ésta re…-.
Aquellas palabras retumbaron en el corazón de Marco como un baño de agua fría, al mismo tiempo que su cuerpo se desintegraba frente a sus ojos, dejando solo una ligera estela de calor donde antes estaba el cuerpo de una mujer que le imploraba no dejarla ir. ¿De qué estaba hablando? ¿Un sueño? ¿Encontrarme?.
El Encuentro
Visiblemente perturbado, comenzó a dar vueltas en la habitación, jalándose los pelos de la cabeza una y otra vez. Pensaba, descifraba pistas, armaba un rompecabezas mental cuyas piezas no encajaban del todo. Desesperado, miró los datos registrados en su computadora a través de la proyección holográfica que apareció frente a él, "flotando" en el aire. “¿Será posible que…?”. No podía ser. Apartó la idea casi tan rápido como llegó, aunque las evidencias apuntaban, muy a su pesar, a lo contrario.
Decidido a encontrarla en el mundo real, comenzó a buscarla desesperadamente. Pero ella no aparecía en los lugares habituales. La desesperación lo consumía, y su vida, dedicada a la razón, se desmoronaba ante un amor imposible. A pesar de tener la firme convicción de acercarse a ella por primera vez, no podía evitar sentir un vacío en el estómago, una sensación de escalofrío que aceleraba su corazón y dificultaba su respiración. Sentía como si caminara sobre pegamento en aquella calle solitaria. Su mente estaba tan enfocada en repasar cada palabra y cada posible respuesta, acorde a todas las acciones que ya conocía de ella, que no veía más que un manchón de colores a su alrededor, como si estuviera preso en un sueño. El viento lo frenaba, lo hacía retroceder, dificultando su andar. Y cuando por fin llegó al lugar donde sabía que estaría, las manecillas de su reloj parecían detenerse, incluso avanzar hacia atrás. Después de una espera que le pareció eterna, se arreglaba la ropa una y otra vez frenéticamente e intentaba inútilmente remover el sudor de sus manos. Ella nunca llegó.
La desesperación comenzó a apoderarse de él; no dormía, no comía. Llenaba hojas y hojas con números y operaciones incomprensibles, solo para terminar arrojándolas con furia en un cerro de desperdicios que habían cubierto el lugar donde alguna vez se apreciaba un cesto de basura. ¿Dónde se encontraba ella? ¿Qué había sucedido?. Un escalofrío horrible invadió su cuerpo cuando una idea cruzó por su mente bajo aquella maraña de cabello descuidado.
Salió corriendo torpemente de “La Habitación”, atravesando calles y cruces, intentando esquivar a la gente indiferente que le estorbaba y que apenas podía distinguir a través de sus gafas mojadas por la lluvia que azotaba en esos momentos. Personas que se dirigían a sus trabajos, a sus hogares, autómatas programados para estorbar en su camino; todos parecían haberse puesto de acuerdo para entorpecer su carrera contra un tiempo que sabía no tenía. -¡Háganse a un lado!-, gritaba inútilmente en un ahogado intento. Era como escuchar la caída de un alfiler en medio de un huracán.
El lodo cubría sus pies, manos y rostro, salpicándole con cada paso; esa tierra de olor inconfundible volaba por los aires. A pesar de ser la primera vez que percibía ese asqueroso aroma, era exactamente como siempre lo había imaginado. La lluvia seguía cayendo, camuflando las lágrimas que se mezclaban con todo. Se desplomó justo en aquel lugar, con las rodillas sobre una mezcla de piedras y quién sabe qué porquerías más; sus manos entre espinos de rosas, en discordancia con aquel lugar horrible, sangraban, pero no sentía dolor. ¿Quién podría sentir el dolor de sus heridas en un momento así? Ya no importaba. Se quitó las gafas y claramente pudo leer: “Aquí yace nuestra amada hija, amiga, hermana, que siempre llevaremos en nuestro corazón y recordaremos por siempre. Te amamos, Lucia. 2030 - 2055”.
Pudo sentir cómo se quebraba su corazón. Sabía que eso era imposible fisiológicamente hablando, pero inconfundiblemente sintió que se rompía en mil pedazos. Una tristeza infinita e indescriptible lo cubrió en un manto de llanto y sollozos, superados únicamente por la caída del agua a su alrededor. Y así, en medio de la lluvia y la soledad, la última chispa de esperanza dentro de sí murió, cuando cayó en la cuenta de que el único amor que había tenido, había muerto… y solo le quedaba el último cabello.
Allí, frente a una lápida que llevaba su nombre, supo que había llegado demasiado tarde. Ella estaba muerta. Y en sus manos temblorosas, el lodo se diluía con la lluvia, como se diluían sus ganas de vivir.
Sin más que hacer, volvió a su laboratorio. Se quedó allí, en medio de La Habitación, mirando el vacío. Una vez más, la realidad había roto sus ilusiones. Una vez más, había fallado. Pero lo que más lo atormentaba no era el fallo en sí, sino la posibilidad de que, por un breve momento, ella hubiera sido real.
Con ese último cabello en sus manos, vio el ciclo comenzar de nuevo por última vez. En su desesperación, decidió destruir su invento, pero justo antes de hacerlo, recordó lo que la última creación le reveló, algo que cambió su perspectiva sobre la vida, el amor, la muerte y la realidad misma.
Mientras trataba de superar su pérdida en un Bar, una nueva mujer apareció en su vida, con un parecido inquietante a Lucia. Ella lo miró, se cruzaron sus miradas y Marco sintió un inquietante escalofrío, ¿Era una coincidencia, o había algo más detrás de su aparición?.